miércoles, 6 de marzo de 2013

Roma para repetidores.


Volver a una ciudad por segunda vez es algo bastante común, sobretodo cuando se trata de una capital, y especialmente si tiene conexión ryanair con España. Lo que no es tan habitual es aprovechar esa segunda oportunidad de la manera apropiada. En el caso de Roma, no es raro gastar una nueva visita en orbitar en torno a la Plaza de San Pedro, pagar de nuevo la entrada a los museos vaticanos y llenar de vaho el cristal que separa al turista de la Pietá de Miguel Ángel. Sin embargo, es obvio que esta inmensa ciudad y sus variados alrededores ofrecen muy distintas opciones. Un visitante primerizo en Roma suele dedicar sus esfuerzos al Coliseo, el Foro, el panteón de Adriano, San Pedro y los museos Vaticanos, el castillo de San Ángelo, Piazza Navona, Piazza de España, Fontana de Trevi etc, algo que un repetidor puede pero no tiene porqué volver a visitar, pudiendo tomarse el viaje con más calma y sin verse apremiado por la necesidad de cumplir esa lista inamovible -algo un tanto absurdo para mi gusto- que hallamos asociada a cualquier ciudad turística. 

Esta pequeña serie de posts se dirige al viajero que repite destino Romano, y particularmente a aquél que lo hace con los bolsillos bastante vacíos.

He trazado una pequeño plan para cada día, a fin de proponer una visita a Roma un tanto distinta de la habitual, en base a lo que he visto -o he lamentado no ver- yo misma. Aquí os presento el Primer día, al que se irán sumando sucesivos planes. Para evitar divisiones innecesarias, añadiré el resto de los días en este mismo post, que será editado varias veces. Además, aquí os dejo 5 pequeños consejos que harán vuestro viaje más agradable :)





Día 1. EL EXTRARRADIO. Visita a San Pablo extramuros + Comer en la Trattoría Bampagna+ Visita a Cinecitta estudios de cine.



El metro en Roma no puede ser más sencillo, ya que cuenta con sólo dos líneas y escasas bifurcaciones. Para acudir a la Basílica de San Pablo, nuestro primer destino del día, sólo hay que coger la línea B y bajarse en la parada Basilica S.Paulo. Se halla bastante alejada del centro de la ciudad, y a menudo no aparece en los mapas. Sin embargo, el trayecto en metro es sasombrosamente corto. Al bajarnos del metro debemos ser conscientes de que nos aproximamos a San Pablo por la cabecera, y no hay que caer en la tentación de entrar por el primer acceso -próximo al ábside- ya que el acceso occidental es de lo más espectacular.



En cuanto a la historia de la basílica, parece ser que se remonta a un edículo construido sobre el sarcófago del apóstol para rendir culto a éste, antes de la legalización del cristianismo. En el S.II, Constantino edificó una pequeña basílica en el lugar, fuera de las murallas de Adriano; San Pablo extramuros. Poco después fue transformada por Valentiniano II, que la hizo mucho más grande y digna, y continuaron las diversas variaciones a lo largo de los siglos hasta el XIX. En 1823, la basílica se quemó, sobreviviendo tan sólo el claustro -lo que hace obligada su visita- y fue reconstruida de una manera muy dada en la época, esto es, como les dio la real gana, sin atender al edificio previo y dejándose llevar por esa creatividad tan insana que tienen muchos restauradores. A pesar de ello, el edificio sigue mereciendo un buen rato de nuestra atención, siempre que no salgamos de allí convencidos de que esos mosaicos tan coloridos del acceso son del SIV.
La restauración fue muy sonada y llegaron regalos de diversos países. El virrey de Egipto envió pilares de alabastro, y el emperador Ruso piedras semipreciosas para el tabernáculo. 


El resultado final, aunque guardando la tipología de basílica paleocristiana, dista mucho del edificio de Valentiniano. Se taparon las ventanas de la nave central para añadir escenas de la vida de san Pablo en dos series de mosaicos, y se sustituyó el pavimento de mármol liso por otro geométrico.

El mosaico de la fachada, del siglo XI, fue reemplazado por uno nuevo, alejado de los cánones estéticos paleocristianos. 

En dicho mosaico podemos encontrar retratos tan curiosos como éste, que para un historiador del arte -o cualquiera un poco interesado en las artes suntuarias- cantan más que Pavarotti.

Al interior de la basílica tenemos la opción de visitar el claustro, a precio de 2 euros para estudiantes y de 4 euros para el resto de visitantes. Merece la pena pagar la entrada por lo original del claustro, que tiene columnas salomónicas con decoración musivara, cosa que yo jamás había visto. 

La entrada al claustro te da libre acceso al pequeño museo de la basílica, donde los no aficionados al arte eclesiástico se morirán de aburrimiento, a pesar de la vitrina llena de relicarios bastante morbosos, de ésos que nos muestran un trocito de hueso de un Santo, o su pelo, o sus dientes o vete tú a saber que interesante asquerosidad.

Al abandonar la basílica lo haremos por la zona del acceso (la de la primera foto) y podemos comer por allí cerca, para poder llegar a la visita guiada de los estudios cinecittá en inglés, a las 4pm. 

A la derecha desde el acceso (de espaldas a éste) hay una calle llena de bares, trattorías y cafés, donde podemos llenarnos -sin excesos para no cargarnos el resto del día- a un precio razonable. Hay que tener en cuenta que en Roma los precios varían dependiendo de las exigencias del cliente. Nosotras entramos en varios de los locales, cuyas entradas casi se solapan, para ver los precios. En el más formal, la trattoría BAMPAGNA, no permanecimos más de 10 segundos. Precios muy altos para nosotras. Sin embargo, al irnos, un camarero nos siguió y nos ofreció el menú estudiante, que no aparecía en la carta: una lasaña o raviolis, con agua, por 3´50 euros. Como lo de la pasta no nos convencía mucho -no conviene llenarse demasiado si luego vas a volver a patear las calles- nos hicieron una ensalada y unas verduras a la brasa. Como colofón, nos guiaron al sitio donde íbamos a comer, al margen de la sala común: un pequeño patio interior encantador, en el cual estábamos solas, y que el sol bañó de cabo a rabo durante toda nuestra comida. Pedimos también pan y café, y nos acabó saliendo a 6 euros por cabeza. Como vegetariana debo decir que no tenían leche de soja, y que la ensalada (a pesar de mi indicación) llevaba atún, aunque se ofrecieron a hacer otra gratis reconociendo que había sido un despiste suyo. En suma, por 6 euros tuvimos un muy agradable descanso y buena comida, aunque alguien de estómago más pedigüeño se hubiera quedado con hambre. La lección del día fue que a los romanos hay que regatearles, o se regatean ellos solos. En cada nuevo restaurante al que entramos, pregunté por el menú estudiante, que nunca aparecía en la carta pero que ellos siempre afirman tener y que moldean según la situación, incluso siguiendo el precio máximo que les exijas.





Nuestro plan de tarde era ir a Cinecittá, los antiguos estudios de cine -fundados por Mussolini- que sufrieron un gran incendio en 2007 durante la grabación de la serie de la HBO "Roma", y otro aún mayor en el 2012. Para cualquiera con interés en el séptimo arte, una visita guiada por dichos estudios puede resultar muy interesante, y es una buena opción a la hora de desintoxicarnos de iglesias y ruinas varias. Para llegar desde San Pablo, uno debe tomar la línea B nuevamente hasta Termini -única estación donde las dos líneas romanas de cruzan- y allí hacer transbordo a la línea A, con parada en Cinecittá. Los estudios abren hasta las 18,30 y ofrecen visitas guiadas en italiano e inglés, éstas últimas a las 11,30 y a las 16,00.

En los años cincuenta, se rodaron allí grandes clásicos del cine ambientadas en el antiguo Imperio Romano, como Quo Vadis y Ben Hur, siendo este período la edad de oro de los estudios, cuando  Cinecittà  llegó a conocerse como "la Hollywood sul Tevere". Los fans del spaghetti western, entre los que me hallo, podrán deleitarse visitando el estudio en el que se rodaron La muerte tenía un precio y Por un puñado de dólares. Además, en Cinecittá rodó Fellini la mayoría de sus obras.

Aquí dejo un enlace con información sobre los estudios, sobre los cuales podéis encontrar multitud de entradas en internet.










Día 2. TRASTEVERE (día completo o atardecer) CENA Y CÓCTEL A UN PRECIO IRRISORIO.




  El Trastevere es la zona de marcha más popular de Roma y constituye una de las áreas con más vida de la ciudad. Entrar en el Trastevere es alejarse de las enormes y a menudo desalentadoras avenidas para descubrir otra Roma más pequeña, más laberíntica, más humana y encantadora. El Trastevere se muestra más Barcelonés que Madrileño, por decirlo de alguna forma, y es un excelente remedio para dejar de sentirse diminuto durante un rato. Se encuentra en la parte de la ciudad "al otro lado del Tíber" o Tras el Tíber (Tras-Tevere). Para llegar, uno puede hacerlo en autobús, tomando la línea H desde Termini por ejemplo. Por otra parte, Roma es un destino para caminantes (estilo cámara y converse, no estilo Walking Dead) así que acercarse paseando desde el centro siempre es una buena opción.






    Aunque lo más apreciado por el turista es su vida nocturna, las virtudes del barrio lo convierten en una opción muy atractiva para el día, ideal para embeberse de la auténtica esencia Romana. Para aquellos a quienes guste hacer hambre a base de andar, la zona incluye el parque botánico y la colina del Janículo, desde cuya cima se disfruta de incomparables vistas de la ciudad. También podemos callejear en torno a la muralla Aureliana, edificada en el siglo III por el emperador Aurelio, y pararnos a contemplar la Porta de San Pancrazio y la de Settimiana.  No hay que olvidarse -y si lo hacemos es indiferente, ya que nos toparemos con ella antes o después- de Santa María in Trastevere, -en rojo en el mapa- una de las iglesias de mayor antigüedad de Roma, datada en el SV. La obra conserva un mosaico del S.XIII en su fachada, precedido por el pórtico de Carlo Fontana de 1702. No visitar su interior sería un gran error, dado el magnífico mosaico del ábside, del SXII y XIII. Cerca de Santa María tenemos San Pietro in Montorio, un convento franciscano que esconde el magnífico templete renacentista de Bramante, que todo estudiante de arte se ha tenido que empollar una, dos, o mil veces.





 -Ábside de Santa María in Trastevere (izquierda).
 -San Pietro in Montorio (derecha).



 Por demás, resultan apetecibles las visitas al Palazzo Corsini, Salviati y al Seminario Ruteno, en cuyo interior podemos encontrar obras de Bernini, Rafael y Cavallini.


  Al caer la tarde, nuestro barrio Tras-El-Tíber cobra vida gracias a las decenas de nativos y turistas que lo frecuentan. Lo cierto es que los italianos tienden a recogerse más bien prontito, de modo que si no queremos quedarnos solos en medio de un paisaje de persianas echadas,  debemos considerar que la "noche" empieza en torno a las 19,00 y acaba hacia las 2am.


   Lo mejor del Trastevere es que podemos encontrar locales muy económicos, por lo que no necesitamos invertir mucho para cenar y tomar alguna copa.

  La coctelería Mister Brown -Vicolo del Cinque 29- se halla en la zona más atestada de bares del barrio -que nunca será tan agobiante como las medianamente atestadas de España- y ofrece su Happy hour entre las 19 y las 22, con cócteles a 3,50. Éstos son, además de baratos, de un tamaño habitual (más de una vez se cae en la tentación de la oferta para acabar viendo con desesperación como el camarero te sirve un roncola en un vaso de chupito) y bastante aceptables, incluso con algún pedazo de fruta natural entre el hielo.






    Para cenar, una excelente opción es el Carlomenta,  en Via della Lungaretta 101, que ofrece pizzas a precios casi imbatibles, y cuenta además con el atractivo de una terraza cubierta y con estufas portátiles la mar de confortable.  Las pizzas serán nuestro aliado para llenarnos pagando lo mínimo. Son bastante grandes, de masa muy fina -como en toda Italia- y la margarita cuesta tan sólo 2 euros. Las bruschetas (tostadas con distintos ingredientes) salen por 3 euros, y los segundos platos oscilan entre los 5 y los 9. El vino de la casa se sirve en una jarra de cristal, de manera que no puedes comprobar la botella, y vale 5 euros. Además ofrecen un "menú turista" por 10 euros con entrante, primer y segundo plato, postre y bebida. Eso sí, en Roma debemos tener siempre en cuenta que el pago por el servicio se añade al precio de la comida, por lo que hay que sumar entre 1 y 2,50 euros a cualquier precio global, por persona. Mi pizza de 2 euros y mi parte del vino habrían sumado un total de 3,60 (wau) a lo que se añadió 1,50 por el servicio, pagando finalmente 5,10. Por otra parte, al tener que abonar esta "tasa", no dejar  propina no debe suponer ningún problema. Eso sí, si decidimos cenar en el Carlomenta con el propósito de economizar, conviene no emborracharse hasta el punto de querer gastar lo ahorrado en otra adquisición... ¡La tentación que suponen los tenderetes de abalorios que pueblan la zona del bar puede resultar difícil de ignorar!